27.10.10

COMO HABLAR CON LOS ADOLESCENTES! ( 4 DE 6)

Claves para hablar con nuestros hijos adolescentes (IV de VI)
Requisitos para el diálogo (Continuación)
  • Aceptar sus formas. No podemos esperar que todo funcione como una balsa de aceite. La serenidad la tenemos que poner los adultos. Los hijos tendrán probablemente salidas de tono, levantarán la voz o discutirán apasionadamente. Pretender una conversación afable con un hijo o una hija adolescente es no entender su registro. No nos debe afectar que nos dejen con la palabra en la boca o que griten más de la cuenta. Tendemos a dar más importancia a la forma que al contenido, de esa forma malgastamos las energías en discutir sobre formalidades y perdemos una nueva ocasión para educar. Claro que también debemos educar en las formas, pero no lo conseguiremos si las perdemos nosotros.
  • Dar razones de peso para ellos. Mediante el diálogo se razona. No se trata de entablar batallas dialécticas, en las que pierde el que menos grita y no gana nadie, sino de razonar y hacer razonar. Pero eso no se consigue a base de poner sobre la mesa buenas razones desde nuestro punto de vista, sino de presentarles razones que tengan peso para ellos. Puede que para un adolescente "estudiar para llegar a ser algo en la vida" no tenga tanto peso como "estudiar para poder trabajar en lo que le gusta".
  • Establecer pactos. El "regateo" puede ser una forma de conversación que da mucho juego. Aquí hay que saber ceder en lo superficial, para "ganar" en lo esencial. Quizá merezca la pena cambiar un corte de pelo o un tatuaje por un domingo con la familia. La cuestión es que cuando se pacta, se produce un compromiso y el compromiso une.
  • Motivación dialogada. Por último, hay que aprovechar el diálogo para dar criterios a los hijos. No se trata de hacer de cada conversación un sermón o una reprimenda, que generalmente no sirve para nada, porque el hijo ya está sobre aviso. Los típicos sermones o broncas se parecen a esa tormenta que, como se ve venir, nos da tiempo a refugiarnos o a llevarnos el paraguas: Te puedes mojar la primera vez, pero no las sucesivas. Siguiendo con el símil, las conversaciones con los hijos adolescentes no deberían ser tormentosas sino como un fino "calabobos" que no logra alarmarnos lo suficiente como para buscar un refugio o sacar el paraguas pero que acaba mojándonos. Ese "chirimiri" continuo permite que los padres podamos ir sembrando valores y criterios en nuestros hijos. Se trata en definitiva de estar siempre dispuestos al diálogo, no a echar sermones con motivo de las calificaciones trimestrales, la ropa o la música que escuchan.