Claves para hablar con nuestros hijos adolescentes (II de VI)
¿Qué es lo que hacemos mal?
Ésta suele ser la pregunta que se hacen muchos padres. Se sienten fracasados porque no logran entablar un diálogo fluido con sus hijos y son conscientes de que, si se pierde la comunicación, la educación se hace muy cuesta arriba.
Algunos, sumidos en el pesimismo, tiran la toalla cuando sus hijos llegan a la adolescencia. Quizá porque no nos damos cuenta de que ya no son niños y que debemos cambiar de registro.
Con los hijos adolescentes se puede hablar, claro que sí, pero cuesta. Ellos ponen las barreras propias de su edad. Lo que nosotros tenemos que hacer es superarlas. Para ello, debemos evitar los errores que comete el padre de Jorge:
- Ignorar la actitud del hijo por miedo al enfrentamiento. El sentido común nos irá dictando en cada caso cuándo una determinada conducta merece ser atajada con prontitud o vale más la pena pasarla por alto. A veces ocurre que hacemos la vista gorda en cuestiones importantes y nos obcecamos en detalles insignificantes. Nos ponemos nerviosos (demasiado, quizá) por el volumen de su equipo de música y, en cambio, permitimos que llegue a horas intempestivas. Justamente este miedo al enfrentamiento es el que suele provocar los enfrentamientos.
- Hablarle cuando estamos nerviosos. Por lo general, es lo que hacemos. Nos pasa como al padre de Jorge que va callando hasta que ya no puede más. Hemos de reconocer que en ese caso ni el momento ni el ambiente que hemos elegido para dialogar es el idóneo. Lo normal es que no se produzca el diálogo, sino a lo sumo un sermón totalmente ineficaz. Por eso Jorge dice que su padre "sólo me habla para echarme alguna bronca".
- No respetar su intimidad. Los adolescentes son muy celosos de su intimidad, sobre todo con sus padres. Aunque veamos incongruencias en su comportamiento respecto a este tema, debemos andar con pies de plomo para no invadir su espacio. Entrar en su habitación para charlar es una buena forma de empezar, pero debemos tener en cuenta que estamos en su terreno.
- Decir siempre lo mismo. Quizá no seamos concientes de ello, pero la percepción de los adolescentes es que, como dice Jorge, "siempre estás con lo mismo". Ante un padre que "ralla", lo que hacen es desconectar, es decir, ponerse los cascos. Eso no significa que no tengamos que decir nada, sino que debemos buscar otras formas de decir.
- Sermonear. "Eso me pone al cien y le digo de todo", confiesa el padre de Jorge. Si hablamos cuando hemos perdido los estribos, ya no dialogamos, sino que sermoneamos. Decimos todo lo que no queríamos o no deberíamos decir, siempre cosas negativas, exageradas, sacadas de contexto o injustamente simplificadoras. Tras el sermón de su padre, Jorge se queda con esta idea: "Sólo me habla para echarme alguna bronca".
- No escuchar. Los adolescentes sienten que sus padres no les entienden. Suelen decirlo en casi todas las entrevistas. "¡Cómo va a entenderme, si no me escucha!", protestaba Esther, una chica de 16 años. Saber escuchar es el primer paso para poder comprender, porque no sólo se trata de oír al otro, sino de prestarle atención, de tenerlo en cuenta, de valorar sus opiniones... y sobre todo, de ponerse en su lugar.